domingo, 8 de enero de 2012

-Carta del mensajero a Eurídice.

Estimada reina Eurídice:
Esto que estoy a punto de decirla no es la mejor noticia que pueda escuchar de nadie, le aviso que son muy duras mis palabras y espero que sepa asimilarlas bien.
Estaba yo presente en todo momento, su marido Creonte decidió perdonarle la vida a Antígona y darle entierro y culto a Polinices para que ninguna mala profecía se cumpliera.
Fuimos al monte donde estaba el cuerpo descompuesto de Polinices e hicimos los ritos requeridos para dicho funeral y estar en paz con los dioses, después nos dirigimos hacia la cueva donde estaba Antígona para liberarla y que viviera. Pero cuando bajamos un esclavo y yo, vimos que ella no estaba sola sino con Hemón. Él yacía en el suelo abrazado a las piernas de ella que estaba colgada del techo con un lazo que poseía, se había quitado la vida ahorcándose. Él no lo soportó y al vernos, lleno de ira, se clavó su espada y murió abrazándose a ella.
Reina Eurídice, al oír estas palabras que no se le pase por la cabeza quitarse a ti también la vida golpeándose en el pecho porque ya son bastantes las muertes que tendrá que soportar el rey Creonte, aunque piense al igual que todos que él tiene la culpa de todas ellas.
De su servidor.  

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